El fascismo alemán, estructurado en torno al Partido Nacional Socialista y el liderazgo de Adolfo Hitler, fue la más racista, cruel y deshumanizada visión del dominio nacional y racial; montada sobre un enfermizo y brutal antisemitismo que condujo al genocidio de más de cinco millones de judíos.
Las ideas del nacionalsocialismo alemán se articularon en torno al discurso febril, demagógico, xenofóbico y revanchista de Hitler. Con algunas pobres y desarticuladas salpicaduras ideológicas se centraba en el dominio de la raza aria superior que debía gobernar y dirigir a toda Europa primero y después al mundo entero; en la concepción de que el pueblo alemán tenía derecho a un espacio vital en el cual realizar sus grandes ambiciones hegemónicas, en el odio de razas, en el revanchismo que no perdonaba las onerosas condiciones que fueron impuestas a Alemania mediante el Tratado de Versalles con el cual se culminó la llamada Primera Guerra Mundial y en plataformas demagógicas que prometían al pueblo alemán altos niveles de vida y la seguridad social y económica que el liberalismo no había podido proporcionarle.
En las actuales condiciones es sobrecogedor advertir un discurso hegemonista muy semejante en la administración Bush, que proclama una guerra sin término de Estados Unidos contra toda la humanidad, bajo el principio de que se está junto al poder de la gran potencia o se alinea en las filas del terrorismo. Odio de raza hacia los pueblos árabes, hacia todos los pueblos del Tercer Mundo, convicción de que pueden ser los árbitros de los destinos de toda la humanidad, son ideas que acercan extraordinariamente el pensamiento de Bush al de Hitler.
El partido fascista de Hitler nació en enero de 1919 de un círculo político surgido en Munich en el cual se agruparon apenas dos o tres decenas de fanáticos seguidores de un periodista llamado Karl Harrer y el ferroviario Antón Drexler. Apenas un año después se incorporó a ese grupo Adolfo Hitler y el partido fue rebautizado como Partido Obrero Democrático Nacional-Socialista Alemán. El programa del Partido fue elaborado en 1920 pero carecía de una plataforma teórica e incluso práctica. Era apenas un conjunto demagógico que alentaba el egoísmo y las peores ambiciones en las capas medias de la población alemana y atizaba el odio de raza, el anticomunismo y la guerra como medio de obtención de la deseada justicia para el pueblo alemán.
Sin embargo, esas plataformas demagógicas permitieron buenas cosechas: en enero de 1920 el partido contaba solo con 64 afiliados y un año después esa cifra se había elevado a 3 000 y en 1922 eran ya 6 000 los afiliados.
La falta de una plataforma sustancial no era casual. Hitler había proclamado que "Hay que acabar en primer lugar con la opinión de que se puede satisfacer a la muchedumbre con deducciones conceptuales del mundo; el conocimiento es una plataforma frágil para las masas. Solo el odio es un sentimiento estable. Es más difícil quebrantar el odio que el conocimiento científico."1
Esa falta de organicidad teórica explica que en otros países europeos el fascismo adquirió matices diferentes. En Rumania, por ejemplo, el fascismo se alió con la Iglesia ortodoxa en vez de con la Iglesia católica romana. En España, el grupo fascista radical Falange Española fue originariamente hostil a la Iglesia católica romana, aunque después, bajo la dirección del dictador Francisco Franco se unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El gobierno autoritario militar de Japón se parecía mucho al de la Alemania nazi. Dirigido por los militares ensalzaba las virtudes guerreras tradicionales y una devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus correligionarios alemanes, los japoneses lanzaron una fanática ofensiva hacia la expansión a través de conquistas militares. En Francia el fascismo estaba dividido en varios movimientos que no siempre se consolidaron. En la década de los 30 surgen diferentes organizaciones fascistas francesas, tales como Jeunesses Patriotes (Juventudes Patrióticas), Solidarité Française (Solidaridad Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action Française (Acción Francesa) y otras, la mayoría con sede y fuerza en París.
En Gran Bretaña, la Unión de Fascistas Británicos, de Oswald Mosley, disfrutó de un breve apogeo de adhesión desde su formación en 1932 hasta su colapso definitivo en 1936 cuando se prohibieron los uniformes paramilitares, aunque en realidad fue uno de los países en que tuvo menos apoyo público. Del mismo modo, el fascismo belga tuvo su momento de cristalización en la primera mitad de la década de 1930 y se reanimó por poco tiempo bajo la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. En Noruega, el fascismo atrajo a algunos simpatizantes notables como Vidkun Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero del mismo modo necesitó de la ocupación alemana para disfrutar de algún poder político.
El fascismo tuvo un mayor éxito en el período de entreguerras en los países del este y del sur de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde 1932, disolvió la República austriaca y dirigió un régimen semifascista en alianza con Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por militantes nacionalsocialistas que pretendían la unión con la Alemania nazi. El régimen personal que estableció Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió en realidad a Mussolini en Italia, como la primera dictadura nacionalista de entreguerras, pero Horthy no era totalmente un fascista, como ya antes lo había señalado, y los fascistas húngaros solo consiguieron el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945. (Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana)
Fuente: http://www.cubaminrex.cu/Enfoques/cuba%20Neofasismo_Fascismo%20y%20Neofascismo%20(III)%20_tchtm.htm
Juan Pablo Ramirez
Electronica de estado solido
Las ideas del nacionalsocialismo alemán se articularon en torno al discurso febril, demagógico, xenofóbico y revanchista de Hitler. Con algunas pobres y desarticuladas salpicaduras ideológicas se centraba en el dominio de la raza aria superior que debía gobernar y dirigir a toda Europa primero y después al mundo entero; en la concepción de que el pueblo alemán tenía derecho a un espacio vital en el cual realizar sus grandes ambiciones hegemónicas, en el odio de razas, en el revanchismo que no perdonaba las onerosas condiciones que fueron impuestas a Alemania mediante el Tratado de Versalles con el cual se culminó la llamada Primera Guerra Mundial y en plataformas demagógicas que prometían al pueblo alemán altos niveles de vida y la seguridad social y económica que el liberalismo no había podido proporcionarle.
En las actuales condiciones es sobrecogedor advertir un discurso hegemonista muy semejante en la administración Bush, que proclama una guerra sin término de Estados Unidos contra toda la humanidad, bajo el principio de que se está junto al poder de la gran potencia o se alinea en las filas del terrorismo. Odio de raza hacia los pueblos árabes, hacia todos los pueblos del Tercer Mundo, convicción de que pueden ser los árbitros de los destinos de toda la humanidad, son ideas que acercan extraordinariamente el pensamiento de Bush al de Hitler.
El partido fascista de Hitler nació en enero de 1919 de un círculo político surgido en Munich en el cual se agruparon apenas dos o tres decenas de fanáticos seguidores de un periodista llamado Karl Harrer y el ferroviario Antón Drexler. Apenas un año después se incorporó a ese grupo Adolfo Hitler y el partido fue rebautizado como Partido Obrero Democrático Nacional-Socialista Alemán. El programa del Partido fue elaborado en 1920 pero carecía de una plataforma teórica e incluso práctica. Era apenas un conjunto demagógico que alentaba el egoísmo y las peores ambiciones en las capas medias de la población alemana y atizaba el odio de raza, el anticomunismo y la guerra como medio de obtención de la deseada justicia para el pueblo alemán.
Sin embargo, esas plataformas demagógicas permitieron buenas cosechas: en enero de 1920 el partido contaba solo con 64 afiliados y un año después esa cifra se había elevado a 3 000 y en 1922 eran ya 6 000 los afiliados.
La falta de una plataforma sustancial no era casual. Hitler había proclamado que "Hay que acabar en primer lugar con la opinión de que se puede satisfacer a la muchedumbre con deducciones conceptuales del mundo; el conocimiento es una plataforma frágil para las masas. Solo el odio es un sentimiento estable. Es más difícil quebrantar el odio que el conocimiento científico."1
Esa falta de organicidad teórica explica que en otros países europeos el fascismo adquirió matices diferentes. En Rumania, por ejemplo, el fascismo se alió con la Iglesia ortodoxa en vez de con la Iglesia católica romana. En España, el grupo fascista radical Falange Española fue originariamente hostil a la Iglesia católica romana, aunque después, bajo la dirección del dictador Francisco Franco se unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El gobierno autoritario militar de Japón se parecía mucho al de la Alemania nazi. Dirigido por los militares ensalzaba las virtudes guerreras tradicionales y una devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus correligionarios alemanes, los japoneses lanzaron una fanática ofensiva hacia la expansión a través de conquistas militares. En Francia el fascismo estaba dividido en varios movimientos que no siempre se consolidaron. En la década de los 30 surgen diferentes organizaciones fascistas francesas, tales como Jeunesses Patriotes (Juventudes Patrióticas), Solidarité Française (Solidaridad Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action Française (Acción Francesa) y otras, la mayoría con sede y fuerza en París.
En Gran Bretaña, la Unión de Fascistas Británicos, de Oswald Mosley, disfrutó de un breve apogeo de adhesión desde su formación en 1932 hasta su colapso definitivo en 1936 cuando se prohibieron los uniformes paramilitares, aunque en realidad fue uno de los países en que tuvo menos apoyo público. Del mismo modo, el fascismo belga tuvo su momento de cristalización en la primera mitad de la década de 1930 y se reanimó por poco tiempo bajo la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. En Noruega, el fascismo atrajo a algunos simpatizantes notables como Vidkun Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero del mismo modo necesitó de la ocupación alemana para disfrutar de algún poder político.
El fascismo tuvo un mayor éxito en el período de entreguerras en los países del este y del sur de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde 1932, disolvió la República austriaca y dirigió un régimen semifascista en alianza con Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por militantes nacionalsocialistas que pretendían la unión con la Alemania nazi. El régimen personal que estableció Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió en realidad a Mussolini en Italia, como la primera dictadura nacionalista de entreguerras, pero Horthy no era totalmente un fascista, como ya antes lo había señalado, y los fascistas húngaros solo consiguieron el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945. (Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana)
Fuente: http://www.cubaminrex.cu/Enfoques/cuba%20Neofasismo_Fascismo%20y%20Neofascismo%20(III)%20_tchtm.htm
Juan Pablo Ramirez
Electronica de estado solido
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